No debemos quedarnos estancados en las glorias del pasado, porque su plan para nosotros es mucho más grande y continuo. Él nos enseña que nuestra verdadera capacidad y poder no provienen de nuestros propios esfuerzos, sino que son un don que nos dio.

Dios nos revela que lo que realmente transforma vidas es Su Palabra. Él nos ofrece la verdadera libertad a través de su Espíritu.

Dios nos pide vivir sin máscaras, que lo miremos tal y como somos. Nos asegura que, al hacerlo, Él nos irá transformando, de gloria en gloria. Cada victoria y cada manifestación de Su presencia es solo el inicio de una gloria aún mayor que está por venir.

Él nos llama a ser un reflejo Suyo en el mundo, a ser “robles de justicia”. Esto no significa que debamos conquistar, sino que debemos mostrar Su gloria a través del amor. El mensaje de Dios es claro: la iglesia no puede ser neutral; debe tomar una postura a favor de la justicia y servir a los que lo necesitan. A las nuevas generaciones no sigan los sueños del mundo, sino las visiones que Él les dará, confiando en el Espíritu y en Su Palabra.

Pr. Norberto Saracco